ÁNIMA III

La casa vacía

Curaduría: María de Lourdes Mariño

Mucho antes de pensarnos como Colectivo Ánima, en Cuba habíamos realizado dos exposiciones con el mismo título. Seguíamos la metodología poética de José Kozer en su libro Ánima, donde todos los poemas llevan el mismo nombre, porque como explica el poeta, cada uno de ellos es un esfuerzo por alcanzar el tono dulcificado que reúne la certeza de la muerte con una sensación de paz. Ahora publicamos en la plataforma online nuestra tercera exposición titulada Ánima. Originalmente queríamos acompañar la presentación de una nueva edición del poemario que celebrara los 80 años de Kozer, sin embargo, las urgencias de este tiempo en crisis que nos ha tocado vivir han hecho imposible que los dos eventos pudieran coexistir.

Esta exposición gira en torno a esos movimientos concéntricos a que nos obliga el ejercicio de la memoria, porque en más de una ocasión he sentido que cuando hablamos y/o experimentamos Cuba, la memoria se convierte en una casa vacía. Un espacio cerrado, sin puertas, ventanas, ni muebles. Un no-lugar y al mismo tiempo el lugar más propio, más personal, más íntimo.  El no-lugar saqueado por la Historia.  Quizás por esa razón la memoria representa las migajas que nos quedan, el único resguardo de los vencidos (al menos hasta que la historia nos depare otro rumbo). La memoria no es más que eso, una casa vacía, un puñado de despojos, la arquitectura que permanece y en medio de la cual ya no podemos imaginar otra forma de vida que no sea la de la decadencia. Formas del recuerdo que no son más que otra condición del olvido.

Las obras reunidas en esta exposición online atraviesan diferentes caminos de la remembranza, algunas referidas a eventos muy recientes, donde cada autor se esfuerza por retener para sí circunstancias a veces imaginadas, mitos familiares, y procesos dolorosos de pérdida. Reescribir a partir de estos desencuentros significa crear a partir de ese vacío primero que implica recordar. 

Cada pieza visual incluye un clip de audio, en algunos casos en la voz del propio autor, en otros, piezas musicales de Luis Alberto Mariño, con la intención de crear un conjunto entre lo visual y lo sonoro que alcance la dimensión  física del recuerdo a traves del sonido.

Katherine Bisquet urga en los despojos que deja la policía después de arrestar a los acuartelados de San Isidro. Sergio Chávez, inspirado en el mismo evento, persigue la figura de Anamely Ramos en medio de calles entrecortadas y vigilancia policial. Camila Lobón rememora un evento familiar que nos abre a las dicotomías infinitas entre la realidad y el deber ser ideológico de la sociedad cubana post 59’. Victoria Ravelo contrapone imágenes de Miami, Filadelfia y Baracoa en un frustrado intento por sostener la memoria de una Cuba que solo existe entre los recuerdos de su madre. Dashel Hernández borra y manipula las fotografías familiares hasta que ese carácter fantasmático del recuerdo parece habitarlo todo. Su cuento Lágrima de niño, leído por el autor, nos abre a la experiencia dolorosa que implica la desilusión y el abandono experimentado por una parte de la generación de nuestros padres, una tragedia social que tardará mucho en sanar.

 Sí, la memoria es una casa vacía, y por eso otra vez intentamos recobrar el tono, la modulación del tiempo que resucite ese grano de saber que alimenta más que el pan. La memoria es una casa vacía azotada por el tiempo, invadida por el mar, cegada por una luz impenetrable. 

La exposición

Voces de San Isidro

A Study in Translation

La Dedicatoria

Anamely en San Isidro