ESTADO DE GRACIA / Horror Vacui

ESTADO DE GRACIA / Horror Vacui

ESTADO DE GRACIA

Personal de Adriana Arronte / Galería Villa Manuela / 7-9-19


Para todas las culturas humanas existe un momento identificable de sublimación, éxtasis o circunstancia divina, en el que los sentidos, en franca alianza con el espíritu (o interpretado como espíritu), alcanzan su mayor distancia de la ordinariez terrenal. Dependiendo de múltiples factores etnográficos e históricos, el espectro de semejante estado se mueve en un rango tan vasto, que logra tocar casi todos los puntos nerviosos del cuerpo, regularmente en compañía de algún suplemento ideológico, religioso, artístico o cualquier otra forma de conciencia colectiva, con o sin alucinógenos.

La cultura occidental, por su ventajosa condición de victimaria global, ha impuesto muchos paradigmas de lo que pudiera resultar un estado de gracia, desde sus apotegmas teológicos, hasta la más flagrante evisceración cerebral de la cultura de masas, siempre mediada por el mercado. He aquí la intersección del camino en la que Adriana entra en el baile, asumiendo y contrastando la Gracia teórica de las sagradas escrituras, con las derivaciones socio históricas que se desprenden de un momento de éxtasis, bien sea sexual, mercantil, existencial (en un sentido hedónico), o como se quiera manifestar para cada quien; todas ellas agazapadas tras el concepto matriz de lo divino, si no ¿qué empujó a los europeos a generar en América el caos humano más calamitoso desde que existe registro histórico? ¿Dios? Por supuesto que sí, el Dios fundido en oro de las culturas autóctonas de un continente desconocido, al que por nomenclatura le pegaron el de otro presumible descubridor, Américo Vespucio.

Toda esta monserga viene a colación, puesto que los resultados de medio milenio después tienen sus raíces en esa dilatada coyuntura histórica. La Gracia que Adriana somete a escrutinio está íntimamente ligada al apego por los metales de intercambio, sus equivalencias y mecanismos de ascensión (en todas sus acepciones) en buena medida devueltos, o envueltos, icónicamente en una sutil figuración que quiere regresar, desde las culturas clásicas de la antigüedad hasta nuestros días, con esa aura de sublimación que justifica cualquier sacrificio, casi siempre humano, entiéndase sangre. De modo que ese supuesto distanciamiento de la ordinariez terrenal, alcanzado durante tal estado, es diametralmente subvertido en su concepción artística. En la serie que da título a la exposición, la creadora se regodea con matices formales nada explícitos, a los que el espectador debe estar bien atento en sus contenidos. Allí, condensadas tras minúsculas piezas de orfebrería, está la amalgama de lo que nos puede llevar a ese cielo promisorio en vida: marihuana, viajes, orgasmos, aves del paraíso, mercadeo, política, subversión y, por supuesto, Dios, en todas sus variantes culturales.

Además de la serie que ancla el concepto de la exhibición, la artista se asiste de otros recursos expresivos, a cuyas series, buenamente, decidió nombrar de otras maneras. En ellas apela a la cerámica y la costura como recursos plenamente visuales, y de los que no es primera vez que se vale; más bien son herramientas socorridas en la trayectoria de su trabajo. En esa otra nómina aparecen obras como, “Implantes, trasplantes y migraciones”, o la serie “Culto y sacrificio”. Bien desplegada resulta “Los estados débiles”, la instalación que recibe al espectador: ropa de cama suspendida en trance de levitación, que despierta muchas interpretaciones, curatorialmente resuelta de modo muy sugestivo.

No sé si las palabras que acompañan al catálogo son de Luís Enrique Padrón, que en los créditos figura como Subdirector comercial de Villa Manuela, aunque su nombre es el único que aparece cercano al texto, pero sobre la reproducción de una de las obras en exhibición, lo cual genera lógica duda. El asunto es que quería citarlo por lo contextual que resulta su visión, y debía tener esto claro; dice el texto: “Pero como ningún esfuerzo artístico es totalmente autónomo, las extraordinarias circunstancias que atraviesa nuestra sociedad son aludidas como apostillas a lo que democracia significa. Estado de gracia profundiza además en el sentido que tiene o debe tener el pensamiento crítico para la vida contemporánea, afirmando que sólo como fenómeno estético está justificada la existencia del mundo.”